Como ya hemos comentado, la ansiedad es algo que todos compartimos, en mayor o menor medida. Es una emoción que entra dentro de nuestro día a día y que tenemos que normalizar.
Es evidente que cuando la ansiedad es una respuesta a algo que nos sucede, el hecho de sentirla supone que nos interesamos por el problema, tratamos de resolverlo, nos preparamos para ello, etc. En este sentido, la ansiedad es normal, y así lo vivimos. Cuando la ansiedad dificulta el rendimiento, entonces empieza a ser perjudicial, pues provoca sufrimiento y no sirve para resolver las causas que lo motivan.
Oímos a muchas personas quejarse por tener ansiedad, pero ¿hasta qué punto es normal? Claro que en situaciones de amenaza clara para nosotros o nuestro entorno lo es. No podemos calificar toda la ansiedad que vivimos como patológica o perjudicial, no sería justo.
Como una descripción aproximada podemos proponer:
– Ansiedad normal: adaptativa y útil para resolver problemas de la vida, controlable y lógica, y aunque puede ser incómoda, no implica un sufrimiento grave.
– Ansiedad perjudicial: inútil, excesiva, inapropiada; no sirve para adaptarse y por el contrario dificulta el rendimiento y la adaptación.
Por tanto, este tipo de ansiedad desadaptativa aparecerá si la persona interpreta que la presión estresante es exagerada en intensidad o persistencia y agota las posibilidades de adaptación. También aparece cuando la reacción del sujeto es exagerada en intensidad, duración o en calidad (de tipo inadecuado). Otra opción es cuando el sujeto no tiene las habilidades adecuadas para enfrentarse a situaciones que le implican una demanda o un esfuerzo significativo.
Cuando una persona sufre ansiedad (nerviosismo), la propia percepción de este estado supone un factor de mantenimiento muy importante e igualmente generador de ansiedad (vergüenza, sentimiento de inseguridad o invalidez), ya que la autoimagen se deteriora al sentirse incapacitada, al mostrarse ante los demás como un individuo “nervioso”.
Es decir, en la respuesta de ansiedad influyen factores cognitivos personales (autopercepción) y otros de interacción social (relación). Este hecho es especialmente relevante a la hora de la iniciación y el mantenimiento de la ansiedad en los casos en los que se vuelve disfuncional. Cuando intentamos buscarle explicación a determinadas situaciones, estos dos factores que hemos mencionado son una de las claves para poder encontrarla.